Category Archives: Premio Heterónimos de Ensayo

Elogio en rosa

José Israel Carranza escribe sobre La Pantera Rosa un texto en el que, además de rastrear los orígenes del personaje, bucea con nostalgia televisiva por el pasado y la memoria. El texto es un fragmento del libro Las encías de la azafata, y pueden leerlo por acá. 

¿Cuántas veces habPink-Panther-Detail-of-an-iconic-Bushwick-mural-by-Jerkface-@incarceratedjerkfaces-e1420491223263ló la Pantera Rosa? Yo sostenía que tres veces: en el episodio del arca (cuando al final pregunta: «¿Por qué los seres humanos no pueden ser civilizados como los animales?»), en otro en el que un codicioso personaje trataba de apoderarse de un diamante (y por alguna razón iba a tocar a la puerta de la Pantera, que lo recibía en batín rojo y con sarcasmos) y en uno más en el que sostenía una violenta disputa con su vecino a causa de una podadora prestada y nunca devuelta. Una madrugada de televisión inesperada no sólo me descubrí en el error, sino que además me encontré con la imposibilidad de alcanzar ya ninguna certeza, pues en el episodio de la podadora había dos personajes con voz: uno era el vecino rijoso y conchudo, y el otro era el mismísimo Diablo, que al final aparecía para soltar una ironía siniestra, cuando las crecientes hostilidades habían hecho volar el mundo en pedazos (en el pleito se intercalaban escenas de películas de guerra y montajes de armas en acción sobre los dibujos animados). La Pantera no abría la boca. Continue reading

Ricardo Coler: «La fantasía masculina del harén desaparece de inmediato cuando uno conoce a alguien que realmente lo tiene»

Ricardo Coler, jurado del Premio Heterónimos de Ensayo, conversa con Soledad Vallejos acerca de la poligamia en una entrevista para La Nación a propósito de su libro Hombres de muchas mujeres

¿Es posible estar enamorado de una, y pasar la noche con otra? ¿Cuáles son los riesgos? Y, lo más temido tal vez: ¿Qué pasa cuando la fantasía se convierte en realidad? Si bien asegura el médico y fotógrafo Ricardo Coler que «la poligama está sumamente extendida y más de la mitad de los hombres, en alguna oportunidad, han mantenido relaciones con dos o tres mujeres al mismo tiempo, culturalmente es preferible ser discreto». Entonces, como es su costumbre, emprendió un viaje con la idea de visitar comunidades polígamas africanas. Dialogar con sus habitantes, escuchar lo que piensan, observar cómo se relacionan. Por eso eligió darle la palabra a los que viven con tres o cuatro esposas para que «nos cuenten de manera oficial» cómo funciona.

-Visitaste y conociste las intimidades de distintas familias polígamas. ¿Te encontraste con algo que escapara de los preconceptos que tenías?

-Hay algo que las familias poligámicas me dejaron en claro y es que nuestra sociedad también es poligámica. Ellos se ríen de nosotros. Me preguntaron si en nuestro país los hombres tienen amantes estables. «Algunos sí» -les respondí. «Entonces también son polígamos. Que lo mantengan en secreto no cambia la cuestión fundamental: son hombres que comparten su vida intima con más de una mujer. La diferencia es que nosotros somos más honestos, no le mentimos a las mujeres. Ustedes no son menos polígamos que nosotros.»

-Lejos de lo que imagina el común de los occidentales, la poligamia no se encuentra sólo en lugares exóticos.

-Uno de los grupos de polígamos más numerosos está en el corazón de los Estados Unidos. Pueblos enteros como Colorado City o Hildale están habitados en su totalidad por polígamos. Aunque la poligamia es ilegal, la justicia americana no puede resolver el tema. Algo similar ocurre en algunos lugares de Canadá y México. Son mormones fundamentalistas, que siguen al pie de la letra las indicaciones de Joseph Smith -el fundador del mormonismo- y que no aceptan las reformas que se hicieron luego de su muerte.

-¿Qué tan sobrevalorado está el harén en la fantasía de los hombres?

-Todos los hombres en algún momento hemos tenido la fantasía del harén: muchas mujeres para nosotros solos. Pero esa ilusión de paraíso desaparece de inmediato cuando uno conoce a alguien que realmente tiene un harén. Pasado el primer momento, cuando esos hombres se cansan de contarnos sus hazañas, lo único que hacen es quejarse. Viven esquivando a sus mujeres, buscan quedarse solos. La cara de agobio que tienen hace que nos replanteemos los beneficios de convivir con más de una.

-¿Cuál es el principal conflicto que enfrenta el polígamo?

-El polígamo oficial y declarado debe mantener el equilibrio del hogar. Para que su familia funcione debe ser equitativo con todas las esposas. La sexualidad es sólo uno de los aspectos a tener en cuenta. Debe escucharlas a todas, estar al tanto de sus problemas, ser cariñoso aunque no quiera y mediar cuando algún conflicto se presenta, algo que ocurre con cierta regularidad.

El polígamo no oficial, el que vive en nuestras tierras, también debe mantener una agenda. Eso significa correr de un lado al otro, hacer malabares con los horarios y tratar de que nadie salga lastimado. Y atención, cuando uno habla sobre lo terrible que es para las mujeres la poligamia siempre está pensando en las esposas y olvida que las amantes también son mujeres. Mujeres sin ningún tipo de derecho a pesar de haber compartido buena parte de su vida con el mismo hombre. En eso las poligamias oficiales son más justas.

-¿Hay que ser un macho alfa para mantener contento a todo el harén?

-El macho alfa se queda sin aliento al poco tiempo creyendo que es el líder del grupo. A la larga termina sometido por sus mujeres. Es un trabajo agotador mantener el equilibrio y que pase el tiempo sin ser acusado de herir el sentimiento de sus esposas. Esa es la única manera que una familia poligámica funcione. También está el otro tipo de marido poligámico, aquel al que no le importa absolutamente nada y que a la primera queja deja la habitación de la esposa para irse a la de otra de sus mujeres. Esas familias son un verdadero infierno. Si lo pensamos un poco, es lo mismo que ocurre en algunas parejas monogámicas.

-¿En qué se diferencia un harén de un matriarcado?

-En el matriarcado la mujer elige con quién pasa la noche, un día puede hacerlo con uno y al siguiente con otro, sin compromiso. Ella cambia de pareja todas las veces que quiera pero cuando se enamoran, el hombre y la mujer se vuelven exclusivos. Sin embargo, cuando las mujeres mandan prefieren evitar el matrimonio. No quieren juntar la sexualidad, el amor, la pareja y la familia como en las sociedades patriarcales. Dicen que es una mezcla que no funciona. Ellas quieren vivir siempre enamoradas, por eso no se casan.

-¿Cómo es la relación entre las mujeres del harén?

-Visité muchas familias polígamas, y cuando las mujeres se llevan bien la pasan fenómeno. Son como un grupo de amigas que soportan entre todas lo que los varones tenemos de insoportable.

-¿Cómo y por qué se manifiestan los celos en las familias polígamas?

-Mientras escribía el libro me preguntaba ¿cómo hacen las mujeres que saben que sus maridos tienen amantes para seguir con el matrimonio? Descubrí que las mujeres desarrollan un mecanismo fantástico para sufrir lo menos posible: con el tiempo los dejan de querer. No sienten por ellos lo que sentían antes y eso trae dos consecuencias importantes. La primera es que los celos se apaciguan, el marido no les importa tanto. La segunda es que confirman que todo en la vida no se puede. El marido tendrá una amante pero vive con una mujer que no lo quiere o al menos no como a él le gustaría que lo quieran. En la poligamia pasa algo parecido. Si el marido les importa, los celos son una tortura, una condena diaria. Cuando el marido no es alguien deseable los celos ya no son tan graves.

-¿Amor y poligamia pueden ir juntos?

-Hay que tener en cuenta que para casarse, tener hijos y vivir toda la vida con alguien no hace falta estar enamorado. Los ejemplos están a la vista y son muchos. Quizá por eso, aunque parezca increíble, muchas familias poligámicas son bastante más sólidas que las nuestras. Forman un equipo con muchos hijos con lazos de afecto entre sus miembros, que se muestran orgullosos de pertenecer al grupo. Pero el amor, tal como lo conocemos nosotros, es siempre una relación de a dos. Con más de dos es posible la sexualidad, la pasión y el cariño pero no el amor. Con esto no estoy diciendo que la relación amorosa sea siempre fantástica ni mucho menos para todo el mundo. Es una elección para la que hay que tener mucha suerte.

El ensayo ensayo

Luigi Amara escribe sobre el ensayo un artículo que intenta definir sus límites y precisar sus características genéricas. El texto es el primero de una serie en la que polemizó con Heriberto Yépez acerca del género.

El ensayo no puede ser otra cosa, ya que le está permitido serlo todo.

Ezequiel Martínez Estrada

Más que la imagen del centauro, que Alfonso Reyes propagó pero que deja un sabor a quimera o a hibridación, a no sé qué de forzado y casi imposible, la imagen que más me gusta para representar el ensayo es la serpiente. Como una serpiente fue que Chesterton sintió que se deslizaba el ensayo: sinuoso y suave, errabundo y a veces viperino. El ensayo, al igual que la serpiente, tienta y es tentativo; no se anda por las ramas sino que avanza por tanteos. Chesterton veía también en él la semilla de algo maligno, de algo capaz de ufanarse de su irresponsabilidad, de no querer llegar a nada sino de solo recorrer el camino, ¡y para colmo de manera ondulante! Pero ese toque maligno que percibía Chesterton –el ortodoxo y católico y gran ensayista Chesterton, padre del padre Brown–, que se manifiesta en su naturaleza elusiva, impresionista y cambiante, en ese estar de lado de lo incierto y lo fuera de lugar, es nada menos lo que hace que el ensayo ocupe un lugar en la literatura y sea, por decirlo así, una forma de arte, algo más que una vía egotista de proferir opiniones o una mera “prosa de ideas”. Continue reading

«Los muros representan un modo de pensar las desigualdades sociales»

Maristella Svampa, jurado del Premio Heterónimos de Ensayo, contesta en esta entrevista para Télam algunas preguntas sobre extraterritorialidad y exclusión a propósito de su novela El muro.

En El muro, la escritora y socióloga Maristella Svampa despliega una genealogía de ese dispositivo que se duplica en una historia de exclusión social que evita las personalizaciones para concentrarse en las condiciones de posibilidad que una sociedad debe cumplir a fin de que tales artefactos se naturalicen y proliferen.

El libro -publicado por la casa Edhasa- retrata (a partir de un incidente sociopolicial) unas maneras de ver un mundo en transición hacia otro, adentro y afuera de la burbuja inmunitaria.

Svampa es socióloga, escritora e investigadora. Es Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Es investigadora Principal del Conicet y Profesora Titular de la Universidad Nacional de La Plata. En 2006 recibió la Beca Guggenheim y el premio Kónex al mérito en sociología (Argentina). Publicó, entre otros libros, Los que ganaron, La vida en los countries y barrios privadosEntre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueterasLa sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismoEl dilema argentino: Civilización o Barbarie y Cambio de época, Movimientos sociales y poder político. Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : Los muros son dispositivos de exclusión, límites, etcétera, pero ¿cómo pensar esos muros en un tiempo donde quien queda afuera ya ni siquiera tiene el consuelo de formar parte de un ejército de reserva?

S : Como dice el poeta francés Marcel Cohen que cito en el epígrafe de la novela, No hay muro que, en algún momento, no haya sintetizado el mundo. Los muros existen desde tiempos inmemoriales. Y los hay de todo tipo. Desde la muralla china, los muros de los romanos contra los bárbaros, la disparatada y fallida zanja de Alsina, hasta los actuales muros contra los inmigrantes (Estados Unidos, Birmania, Melilla), el muro de Cisjordania, los muros de los countries y los barrios privados, los muros y vallas de las corporaciones… Son muros que de por sí expresan el reconocimiento de categorías diferentes de ciudadanía. Y tanto ayer como hoy, los que quedaban afuera eran considerados como población sobrante, clases peligrosas y en el límite como cuerpos sacrificables. Pero hoy todo eso es vivido con violencia. Es más difícil naturalizar los muros, aun si ellos se han multiplicado. Y esto no tiene que ver con la sofisticación de los dispositivos de control. Tiene que ver con que se dan en el marco de sociedades que dicen haber expandido las fronteras de derechos y la democracia, con lo cual la situación es muy perturbadora y mucho más peligrosa.

T : ¿Podría hacerse, forzando los términos, una analogía entre la proliferación de muros y el malestar en la cultura? Lo pregunto, porque mi pesimismo es absoluto.

S : Lo de malestar de la cultura es demasiado genérico. Si con ello querés referirte a las actuales divisiones políticas en la Argentina, a la proliferación de  esquemas maniqueos, consignas y reduccionismos de todo tipo, tal vez… Algunos podrán encontrar resonancia pensando en esos muros invisibles que se erigen entre la gente, que no son solamente sociales ni étnicos. Resonancia de los muros, palabras, sonidos llevados al paroxismo, a la exacerbación…

T : Como doctorada en filosofía y socióloga, ¿cómo pensás el procedimiento para narrar respecto de la escritura de papers o libros de tesis?

S : Escribo ficción desde antes de escribir ensayo o hacer investigaciones académicas. Más aun, en la universidad comencé estudiando Letras y después me pasé a Filosofía. Me hice socióloga de casualidad, estando en Francia… No creo en los etiquetamientos y siempre aspiré a desarrollar un registro anfibio de escritura. Por otro lado, es cierto que la ficción instala un registro de escritura muy diferente al de un ensayo o una investigación. La literatura otorga una libertad a la palabra que hace que las historias fluyan de un modo tal, que solo mucho después uno puede asir la lógica o coherencia que subyace a las mismas. Por ejemplo, recuerdo que Fernando Fagnani, mi editor, cuando leyó la novela, me dijo, que en El muro todo estaba duplicado. Hay un adentro y hay un afuera, hay un lado este y uno oeste, hay dos personajes que se llaman Orestes, hay mellizas… Y mejor no sigo… Entonces me preguntó si lo había hecho de modo deliberado. El caso es que me sorprendí y no supe que decirle o le dije cualquier cosa, porque yo no me había dado cuenta de eso. Siento que con la literatura me interno en un campo diferente, desconocido, donde la filosofía y la sociología pueden ser fondo o entorno, pero no tienen mucha voz y palabra; no ejercen ningún control. A veces siento que la ficción se tomó revancha conmigo y se apropió y colonizó regiones completas de mi experiencia como socióloga, de las cuales ahora fluyen más y más historias. Pero no soy una socióloga o una filósofa que escribe novelas. Porque en El muro, como en mi novela anterior, Donde están enterrados nuestros muertos, me interesa, a partir de un disparador, de fuerte contenido social, contar historias y construir personajes.

T : ¿Y cómo escapar al libro de tesis con formato de ficción?

S : El muro no es una novela de tesis. Tuvo un disparador, que es un famoso caso de gatillo fácil en Bariloche, que sucedió en 2010, y que estremeció a la ciudad, ya que después hubo movilizaciones de protesta que desembocaron en otras muertes y hasta una marcha de taxistas que defendían a los policías responsables de tres muertes jóvenes… Gatillo fácil, desigualdad social, segregación; esa historia me movilizó mucho. Empecé con la idea de escribir algo sobre ese tema, pero no sabía bien cómo. Al cabo de unas páginas, me di cuenta que tenía que separarme de esa historia. Sentí que tenía que romper con el realismo para volver de otro modo y contar así con libertad historias que tuvieran que ver con las diferencias sociales y las tensiones étnicas, con sunaturalización. El modo de romper y volver desde otro lugar fue pensar que esa ciudad de la que quería hablar, que era una ciudad cualquiera, estaba dividida por un muro. Imagínense ustedes si Buenos Aires tuviera un muro que la circundara y la separara del conurbano bonaerense… Sería muy violento y al mismo tiempo, dadas las desigualdades sociales, muchos lo pensarían como algo verosímil. Hay distritos que quisieron elevar muros. No se olviden del episodio del muro entre San Isidro y San Fernando, en 2009, el de Pinamar en 2000, entre otros…

Pero en mi novela todo sucede en Villa Quimey, una bella localidad cordillerana ubicada en la Patagonia. Un día, dos pibes chorros saltan el muro que divide la ciudad y asaltan a un anciano que vive del lado protegido. La situación deriva luego en un caso de gatillo fácil, hecho que suscitará un estallido y pondrá en peligro las diferencias sociales y étnicas entre ambos lados. Cinco voces  despliegan sus historias y se preguntan una y otra vez por ese muro, que aparece obturado en la memoria, como el lago que baña las costas de Villa Quimey, como si estuviera allí desde siempre.

T : Los muros son una perfecta representación ¿de qué?

S : Los muros ponen de manifiesto un modo de pensar las diferencias y las desigualdades sociales; ilustran una lógica de reterritorialización del poder. Crean enclaves, zonas de excepción, extraterritorialidad, mundos en sí mismos, y no los hay solo del lado de los privilegiados, como muestra el caso de los countries y los barrios privados. Hay enclaves de riqueza que no requieren de murallas o paredones explícitos, pero reflejan abiertamente una dinámica de segregación, como Puerto Madero. Y hay también enclaves de exclusión en la  ciudad, como los asentamientos y las villas. La lógica de los muros nos revela un mundo fragmentado, constituido por islas, archipiélagos, por lo cual resulta cada vez más difícil construir solidaridades sociales, políticas y culturales mayores.

La institución invisible

Gabriel Zaid escribre para Letras Libres este ensayo breve sobre la cultura libre, en el que deja ver una contraposición entre las formas creativas del saber y la jerarquización institucional.

Las instituciones de la cultura fueron naciendo en distintas épocas: la prehistoria, la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento; y en distintos espacios: la memoria colectiva, la corte, el campus, la vida pública.

La primera fue la tradición. Es una institución que conserva y recrea de memoria las innovaciones (generalmente anónimas) de la cultura popular. Sigue vigente en el habla, las creencias y muchas prácticas de la vida cotidiana. Continue reading

En el ’68 lo prohibieron, pero «leído hoy, ‘Nanina’ es un libro inocente»

Germán García es uno de los tres jurados del Premio Heterónimos de Ensayo, que va a estar recibiendo obras hasta el 19 de junio inclusive. Por acá pueden leer una entrevista que le hacen desde Ñ a propósito de la reedición de Nanina, su primera novela.

Nanina, primera novela de Germán García, es una de las más conocidas pero también relativamente menos leídas de la literatura argentina. Es de las más conocidas porque cuando se publicó, en 1968, fue un verdadero boom y agotó cuatro ediciones en tres meses, hasta que fue prohibida por ofensa a la moral pública y García condenado a dos años de prisión en suspenso. Y es de las menos leídas porque a pesar de su carácter casi legendario, en los cuarenta y cuatro años transcurridos, se había vuelto inhallable. Continue reading