Ricardo Coler, autor entre otros del libro Felicidad obligatoria y jurado del Premio Heterónimos de Ensayo, escribe estas líneas sobre la felicidad como un precepto que puede resultar contraproducente.
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La felicidad es una de las ideas más terribles y acosadoras de nuestra época. Hay que ser feliz para no ser un fracasado. Es una obligación. Si uno no es feliz es porque en algo se está equivocando. Sin embargo no queda claro qué es una persona feliz. ¿Alguien que está todo el tiempo sonriendo, contento consigo mismo, absolutamente tranquilo? No creo que eso sea conveniente para el género humano. El hombre no viene preparado para la felicidad, es anti fisiológica. Si todo el mundo hubiera sido feliz la humanidad tendría una historia en la que nunca hubiera pasado nada. Dudo que los artistas, científicos y políticos que marcaron nuestra manera de pensar se hayan definido a sí mismos como tranquilos y felices.
La felicidad está de moda. Pero hubo otro momento en que lo primordial era lograr un objetivo, hacer lo que uno quería, realizar una idea. ¿Por qué protesto contra la felicidad? Porque me desagradan las formas de alcanzar la felicidad absoluta. Es un proyecto individual que necesita cerrar los ojos a lo que pasa alrededor. Por eso digo que no es conveniente para los hombres. Sólo es posible ser feliz si uno es tonto, egoísta o necio. Me dan miedo los que siempre están contentos. Me resultan peligrosos, me ponen tenso.
Hay quienes aseguran que el amor y los hijos equivalen a la felicidad. Pero nadie que haya estado enamorado o que tenga hijos puede decir que eso es la felicidad constante. Mejor terminar con la idealización de la pareja y de la relación entre padres e hijos. Aliviaría a las familias. Evitaría la exigencia de que el otro nos haga feliz, pase lo que pase y cueste lo que cueste.
Los padres o las parejas constantemente contentos dan un poco de vergüenza. Es como si vivieran en otro mundo. La felicidad no es el éxito ni el goce permanente ni un estado de ensueño. Sentirse pleno todo el tiempo es insoportable. Son saludables, en cambio, las sensaciones como desear, querer, amar, interesarse, pensar, alegrarse, divertirse y distraerse. También ser feliz, pero por un rato, de vez en cuando.