Hace unos días, publicábamos por acá un ensayo de Luigi Amara sobre la naturaleza del ensayo literario, que buscaba definir sus límites genéricos y distinguirlo del trabajo académico. En este texto, Heriberto Yépez responde a Amara interrogándose, también él, acerca de los límites del género.
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En Letras Libres de febrero, Luigi Amara distingue al ensayo del pseudo-ensayo en su texto titulado “El ensayo-ensayo”.
Por un ensayo-sin-adjetivos, Amara exige no confundir al “ensayo ensayo” con los géneros académicos (disertación, tesina, artículo, ponencia); la crítica (reseña o análisis) o la non-fiction. Para Amara, el ensayo debe cuidar su sabor literario, ya que las “dos cualidades del ensayo —su acento subjetivo y su sinuosidad tanteadora— están ausentes de mucho de lo que hoy se considera ensayo”.
Amara argumenta a favor de la tesis de que el ensayo no debe argumentar tesis.
Lo define como una escritura sin más tema o nodo que el yo tautológico.
Según el conservadurismo de Amara no hay más camino que el de Montaigne, autoridad que si se obedece hace “libre” al ensayo.
Dice Amara que más que centauro (Reyes), a él la imagen que más le “gusta para representar el ensayo es la serpiente”.
¡Pero escribe un ensayo para evitar que el ensayo mude de piel!
El ensayo ensayo —la expresión lo revela— es un ensayo patitieso, nostálgico (mula, muy mula) que se niega a abandonar su yo-yo vetusto.
Hay que ser escritor terco-terco para no aceptar que el ensayo de nuevo hibride.
Acorde a sus propios alegatos, el de Amara tampoco sería un ensayo: no se ocupa de sí mismo sino de abogar ideas suyas y de otros sobre el ensayo.
Las contradicciones de Amara, sin embargo, son positivas en la medida en que muestran al ensayo en su “cariz experimental, su condición de laboratorio sobre el papel”.
¿Por qué Amara escribe este ensayo y Letras Libres lo publica en un lugar central?
El ensayo literario agoniza. La literatura ya es definida por la prosa de redes sociales, academia, periodismo y crítica. La literatura ya no define a la literatura.
Creer en una prosa ateórica, manierista, solipsista es meter la cabeza en un hoyo: ensayo-avestruz.
Queremos respuestas. Desmantelar sistemas. Reorganizarlo todo. El error del retro-ensayismo literario es huir de estos problemas, reciclando un género literario pretérito.
El error es fijar al ensayo por resta, en lugar de reinventarlo por suma.
No pidamos al ensayo no tener argumentos, pies de página, fuentes (¡o lectores!); pidámosle tener todo lo que un paper más algo que pocos tienen: belleza intrépida, innovación formal, experimentación estructural.
Nuevo ensayo = ponencia + poema.
El verdadero reto del ensayo es construir un género que contenga y rebase a la academia, ¡y los medios!
Y a la filosofía, que fue catedral; el nuevo ensayo, filosofía convertida en performance.
La teoría de Amara acerca del ensayo ensayo demuestra que este género ya perdió la batalla.
Por eso el ensayista tradicional ahora fantasea con aislarse, ratificarse, poseer la receta para convertirse en un mimo de piedra.
Escribir como rictus para protegerse de esta era funesta.